¿Quién no ha dicho esta frase alguna vez? Incluso de nuestros hijos muchas veces la escuchamos: «De grande quiero ser policía, astronauta o modelo». Sinceramente yo no recuerdo qué dije cuando estaba pequeña, pero seguramente lo normal para la época y mi edad. Y no, no me convertí en policía ni astronauta pero hoy digo con frecuencia la frase:
«De grande quiero ser como Regina».
¿Y quién es Regina? Pues una mujer muy especial que conocí hace 5 años en mi curso de español avanzado. Con el paso del tiempo nació una linda amistad y además de verla en mi curso, nos encontramos en su casa o en la mía para tomar té de vez en cuando.
Actualmente tiene 82 años, es soltera y vive sola en una casa con jardín a las afueras de la ciudad donde vivo. Era profesora de biología y trabajó un año en una escuela de monjas en Ecuador donde perfeccionó su español.
Cada vez que nos reunimos, aprendo muchísimo de su vida, discutimos temas de actualidad (en español o alemán) y reímos mucho. Y siempre cuando me despido pienso lo mismo: Cuando tenga 82 años quiero tener la vitalidad, el optimismo y la memoria de Regina.
Con esto de la pandemia no ha habido clases de español y le llamé varias veces para saber si quería que le hiciera la compra o le ayudara en algo, a lo que siempre me contestó que no, porque su única salida era ir al supermercado. Todavía conduce! En cambio, me invitó a merendar en repetidas ocasiones a lo cual accedí siempre gustosa. En este tiempo hemos conversado mucho y la amistad se ha fortalecido.
Hablando de teléfonos celulares y que hubiera querido comprar uno para su viaje planeado a Sudamerica en Abril, el cual desgraciadamente fue cancelado por el Coronavirus, le pregunté que si quería que la acompañara a comprar uno. Nos pusimos de acuerdo y fuimos a una tienda de electrodomésticos a escoger uno adecuado para ella.
Eligió uno con teclas grandes y tres teclas con números de emergencia. Sale mucho a caminar al bosque que queda cerca de su casa y quiere estar segura de poder llamar a alguien en caso de sentirse mal. Según el médico necesita un marcapasos pero ella no se decide a ponérselo. Ella leyó todo el manual solita y yo fui la primera persona a la que llamó para probar su funcionamiento.
En la siguiente reunión le agregué los tres números de emergencia (uno de ellos es el mío), cambié los tonos musicales y otros detallitos. Al final me dijo algo que me sacudió: «Gracias por ofrecerte a acompañarme a comprarlo, hasta ahora nadie lo había hecho». Y así son los alemanes mayores, no piden ayuda y ahora me queda claro que le debo preguntar en el futuro. A mí no me da pena 🙂
Cuando voy a su casa, siempre decora la mesa con flores, busca un té que me guste y prepara algo rico para merendar: crepas, pastel o como la última vez: fondue de chocolate con frutas. Disfruté tanto verla comer el chocolate, porque me comentó que hacía años que no lo hacía y parecía una niña pequeña comiendo su postre favorito.
Hace unas semanas hicimos una excursión a Osten, un pequeño pueblo donde se encuentra un «ferry colgante»y que ella tenía ganas de volver a visitar. El clima estuvo espectacular y después de subir al ferry, recorrimos el pueblo a pie y comimos en un café. Era la primera vez que pasábamos tantas horas juntas y fue realmente maravilloso. Pueden imaginarse escuchar frases como: «Qué suerte tuvimos con el clima», «mira esas florecitas entre las piedras», «escuchas X o Y pájaro? Lindo, no?», «Con todas estas hierbas podría hacerme una buena ensalada», «Qué bueno que pudiste acompañarme a pasear por aquí», «Y mira esas nubes, no son hermosas?». Así todo el tiempo!
Charlamos sobre todo tipo de temas, excepto el Coronavirus que ya nos tiene bastante hartas. Me contó de sus abuelos, de su tiempo en Ecuador y Salamanca, de su hermano mayor y del origen de su nombre. Cambiamos de alemán a español varias veces y como siempre, me contó un montón de cosas de aves, plantas y biología 🙂 Al regreso, me invitó a comer helado en su jardín y me enseñó algunas fotos de su estancia en Lacatunga, Ecuador. Como era costumbre, ella solo sale en unas cuantas fotos pero fueron suficientes para darme cuenta que desde entonces ya era una persona cariñosa, alegre y espontánea.
A pesar de vivir sola siempre tiene una sonrisa en la boca, disfruta cada detalle de la naturaleza, aprecia lo que tiene y busca el lado positivo de las cosas. Increíble, no? Recientemente me ha dicho que le gustaría ir a Costa Rica porque vio una oferta en un catálogo y como su viaje en el barco de expedición se canceló, anda viendo nuevas opciones. Ojalá no hubiera una pandemia y pudiera cumplir su sueño pronto. Y si no lo cumple, estoy pensando en cumplirlo yo, así sea cuando tenga 80 años!
Durante nuestra última plática le conté un poco de mi bisabuela Chabelita, con quien comparto el nombre, la apariencia física y mucho de su temperamento. Ella también fue una mujer ejemplar, adelantada a su época que viajó por el mundo e incluso en su viudez disfrutaba cada momento y contagiaba su optimismo. Será que por eso me llevo tan bien con Regina? Seremos almas gemelas? Estoy segura que mi bisabuela y ella hubieran pasado un tiempo espectacular en algún país exótico. Lástima que no coincidieron en tiempo y espacio.
Pero coincidimos ella y yo y doy gracias a Dios, al destino y a la vida por haberla puesto en mi camino. Dios la bendiga y le conceda muchos años más de salud para seguir aprendiendo de ella. Es un verdadero tesoro viviente 🙂
Gracias por tus comentarios.