La escuela hace 100 años
En la última visita de nuestras hijas a casa del abuelo paterno, las llevaron a un museo pequeño en la ciudad de Diesdorf. El museo «Freilichtmuseum Diesdorf» fue fundado en 1911 y es uno de los más antiguos de este tipo: abierto y que muestra cómo era la vida cotidiana hace cientos de años.
Yo no lo conozco, pero mis hijas llegaron tan emocionadas que deseo compartir con ustedes lo que aprendieron durante su corta visita a dicho museo.
A lo largo de una extensa área se pueden visitar 17 edificios diferentes como la granja, el taller textil, la panadería, una vivienda común, etc. y como en todo pueblito del siglo 18 no podía faltar la escuela. A pesar de no tener reservación para el tour por la escuela, mi suegro se encontró al guía que fue su colega años atrás y que se ofreció a darles una clase «particular».
Mis suegros, mi cuñada y mis hijas pasaron al salón de clase y tomaron asiento. El guía que era un maestro jubilado como mi suegro, les explicó cómo era la escuela hace 100 años:
- Para empezar a las niñas les dio unas diademas con unos moños grandísimos que indicaban el estrato social más alto. Mi cuñada recibió un moño mediano y se sentó en la segunda fila, y mi suegra se puso el más pequeño que era el usado por los más pobres.
- En la primera fila se sentaban los alumnos de primer grado, en la segunda los de 2do y así sucesivamente hasta 4to año.
- El maestro les enseñó la escritura «Sütterlin«, que era la obligatoria antes de la segunda guerra mundial y las niñas aprendieron a escribir su nombre.
- Algunas reglas de comportamiento que se seguían hace 100 años eran:
- cada niño saludaba al maestro de mano con una reverencia
- al entrar el profesor los niños se ponían de pie y le saludaban todos a la voz de «Herr XYZ»
- al preguntar algo siempre debían incluir la frase «Herr XYZ» al final, ver a los ojos y ponerse de pie
- los niños sólo podían hablar cuando el maestro les daba permiso y estaba prohibido hablar entre ellos
- cada niño tenia una pequeña pizarra donde escribían con una especie de gis y podían limpiarla con una esponja
- cada determinado tiempo se asignaban nuevos puestos a los niños: el que le abría la puerta al maestro, el que abría las ventanas para que entrara aire fresco, el que recogía agua del pozo, el que tiraba la vasija de escupitajos porque se decía que era malo tragar flemas (guac!), etc.
- Y por supuesto también les enseñaron como eran los castigos, tema que encontraron muy divertido:
- se le colocaban unas orejas de burro al castigado y debía pararse en la esquina del salón
- en caso de haber cometido un error muy grande, debían irse a su casa con las orejas puestas
- los castigos corporales consistían en nalgadas a los niños, y golpes en las manos con una regla a las niñas. No se les daban nalgadas a las niñas para evitar que le vieran los calzones en caso de levantarse un poco la falda.
- otra variante era hincarse sobre una barra por un tiempo determinado o sobre chicharos crudos
- el que olvidaba traer su esponja mojada, tenía que humedecerla con orina
- el que rechinaba en la pizarra era castigado
- Travesuras
- los niños metían el pelo de las niñas que estaban sentadas adelante en los tinteros!!!
Interesante, no? En realidad las escuelas en México también tenían más reglas de comportamiento y castigos corporales que hoy en día y no tan diferentes a las que conocieron mis hijas en este museo. Pero no cabe duda que «vivir» una experiencia como ésta queda grabada mejor que leyéndola en cualquier libro o enciclopedia.
A mis hijas les pareció en el momento todo muy divertido, pero al platicarlo con nosotros se percataron de las grandes diferencias y de lo afortunadas que son al tener más libertad, menos castigos corporales y más diversión en la escuela. Así que además de aprender un poco de historia, valoraron los cambios que se han dado en este ámbito y se dieron cuenta que la «escuela» no es tan mala como parece 🙂 «O acaso les hubiera gustado vivir hace 100 años?» «NOOOO!»- Gritaron al unísono.