El diario personal de una mujer, mexicana, migrante y mamá que vive en Alemania… sus experiencias, sus anécdotas y sus opiniones!

Archivo para abril 7, 2014

Ciega por un rato…

El sábado pasado tuvimos que ir a Hamburgo para dejar a nuestras hijas en el puerto donde tomarían un crucero con sus abuelos. Y cómo pocos fines de semana tenemos como éste: sin niñas y ya en Hamburgo, una de mis ciudades favoritas, Tom y yo buscamos opciones para pasar el fin de semana.

Mi marido quería ver algún espectaculo, pero como no entiendo mucho de los comediantes alemanes y los musicales actuales no me atraen, sugerí ir a algún restaurante lindo y disfrutar una cena romántica. Buscando en internet, encontramos el restaurante «Unsicht-bar» que significa invisible y sin dudarlo hicimos la reservación.

Ya habíamos oído hablar de ese lugar donde los asistentes viven una experiencia única: comer en la oscuridad. Así que despues de dejar a las niñas en el barco y nuestras cosas en el hotel, nos fuimos al restaurante.
En la recepción nos atendió una chica que nos preguntó si ya conocíamos el restaurante, al decir que no nos explicó que debíamos elegir el menú y después un mesero nos llevaría a nuestra mesa en otra habitación.
A elegir había 5 menús:
– De cordero
– De queso
– De pollo
– De pescado
– Sorpresa

Las primeras cuatro opciones podían ser de 3 o 4 platos, con sopa o postre a elegir. Lo chistoso de los menús es que no específicaban los platillos sino que eran una especie de adivinanzas, así que muy descriptivo no era ni ayudaba a la hora de elegir. El menú sorpresa estaba escrito en Braille y definitivamente no tenías idea de lo que ibas a comer. Este último era de 4 platos: sopa, entrada, plato principal y postre.

Menú sorpresa!

Mi marido eligió el de queso y yo el de sorpresa, si no iba a poder ver lo que comía que fuera sorpresa completa! Nos asignaron un número de mesa que debíamos memorizar y nos pasaron junto con una pareja de mujeres a un cuarto con media luz. Ahí se presentó nuestro mesero que se llamaba Iza y el cual era ciego. Nosotros dijimos nuestros nombres y se nos pidió formarmos en fila india y poner la mano derecha en el hombro de la persona enfrente de nosotros.

Así, en fila pasamos al comedor… un cuarto en completa oscuridad. Y cuando digo oscuridad es NEGRO! Pensé que durante la cena podríamos ver algun reflejo, destello de luz o sombras, pero no! Iza nos dirigió a nuestra mesa y nos puso enfrente de nuestra silla. Ya sentados, podíamos tocar lo que estaba en la mesa: un mantel individual de plástico y los cubiertos.

Y empezó la aventura! Iza nos trajo las bebidas y nos pidió que cada vez que trajera algún plato, agarraramos nuestros vasos para evitar un accidente. Mi té helado tenía un popote que me facilitó la tarea de tomar a oscuras.

Primer plato: SOPA! De todos fue el más sencillo de comer. Cuchara en mano, sólo era necesario introducirla en el plato hondo y tomar su contenido. Las chicas en nuestra mesa también habían elegido el menú sorpresa, así que podía comparar con ellas lo que probaba y adivinar los ingredientes. La sopa tenía un sabor picante que yo identifiqué como jengibre, las chicas decían que era chile o pimienta. Definitivamente era una crema de hierbas, pero no coincidimos en el ingrediente principal y al final recibimos el menú escrito para descubrir que habíamos tomado sopa de hinojo y pera!!!

Iza nos trajo unas canastas con pan para la sopa, y ahí descubrí lo difícil que hubiera sido untar un poco de mantequilla o aioli en las rebanadas de pan. Qué bueno que no nos ofrecieron nada para el pan, así solito ya era suficientemente complicado comerlo con la sopa.
Iza nos había dicho que si necesitabamos algo, sólo debíamos decir su nombre y él vendría de inmediato. De igual forma, cuando se acercaba a nuestra mesa empezaba a decir 341, y nosotros contestabamos AQUI!
Con el tiempo y nuestros oídos/manos identificamos nuestro lugar en el comedor, si había gente a nuestro alrededor, que algunos hablaban inglés y oíamos risas de un grupo a lo lejos. También descubrimos que mi marido y yo estabamos pegados a una pared, y comentamos que las voces de los otros asistentes eran muy altas. No creo que estuvieran gritando, era simplemente que nuestro sentido del oído estaba más activo que de costumbre y nos molestaban las voces más que de costumbre.

Segundo plato: ENTRADA! Empezamos a identificar algunos ingredientes con las manos y a la hora de probar decíamos: tomate, aceitunas, queso mozarella. Curiosamente mis ingredientes no coincidían con los de las chicas pero sí los de mi marido. Muy tarde descubrimos que nuestros platos habían sido entregados al revés: yo me comí el plato de quesos y mi marido la entrada sorpresa! Hicimos el comentario al mesero y como disculpa recibimos un vaso extra de vino tinto. Si nos hubieran dado puntos por los ingredientes bien adivinados, con este plato hubieramos adquirido algunos. Era una ensalada con tomate, uvas, pepino, pimiento, chips de tocino y pan.

Lo que comí!

Tercer plato: PRINCIPAL! Mi marido aclaró el tipo de menú que había elegido para evitar otra confusión. Con las manos identifiqué en mi plato arroz, carne y pedazos de verduras. Pero que tipo de carne? Al probarla dije que pollo, mis vecinas de mesa dijeron que era puerco. Será? Todo estaba bañado de una salsa deliciosa, y las verduras podían ser zanahorias, calabacita o algunas otras de sabor neutro. Partir la carne fue toda una hazaña y qué bueno que nadie podía verme, porque los pedazos a veces eran demasiado grandes y a veces el tenedor llegaba a mi boca vacío. Al final descubrimos que habíamos comido carne de res con arroz a la naranja y colirrábano en salsa de limón con melisa.

Para entonces tuvimos que pedir más bebidas y nuestro mesero trajo todo de inmediato. Sin problema le entregabamos los vasos vacíos y recíbiamos los nuevos con vino, agua o jugo.

Último plato: POSTRE! Otra vez tuvimos que tocar con las manos lo que estaba en el plato para identificar donde estaba el pastel y donde la bola de nieve. El pastel era una especie de caramelo y la nieve era de agua, con pedazos de fruta, durazno??? No! Era de mango! y el pastel de chocolate blanco! Cero puntos!

En total estuvimos dos horas en completa oscuridad y no puedo omitir que salí con tremendo dolor de cabeza. A pesar de que el ambiente era agradable y la comida deliciosa, uno está en constante estrés y supongo que por eso me dolió la cabeza. Algunos ratos cerraba los ojos y otros los tenía abiertos, obviamente sin notar diferencia. Creo que jamás había estado en ese tipo de oscuridad, porque aún en la noche o en un lugar cerrado siempre hay algún filtro de luz o un destello de luna. Y en esta experiencia, fueron dos horas de ceguera total!

A diario doy gracias a Dios por la salud y siempre he valorado el sentido de la vista sobre los demás, pero ahora me ha quedado más que claro la enorme bendición que poseo en mis dos ojos. El no poder ver dónde estás, ni saber lo que te llevas a la boca… no distinguir lo que hay en una habitación ni poder ver los ojos de la persona con la que hablas es peor que el infierno. Y espero contar con la vista hasta el día de mi muerte, ha de ser terrible perderla después de haberla tenido.

Algunas enseñanzas de esta experiencia:
– no importa si eres guapo o jorobado, si vistes ropa de marca o harapos, si llevas peinado de salón o tienes piojos en la cabeza, un ciego te valorará por lo que eres, dices y conoces. Para Iza, todos los comensales eramos iguales y recibimos igual trato.
– la decoración no es importante… la mesa no tenía centro de mesa, ni había cuadros en las paredes, las lámparas no existían y los cubiertos no tenían que combinar entre ellos. Todo eso es secundario! Lo importante es la compañía y el sabor de la comida, porque ni la presentación de los platos importa.
– al no contar con un sentido, los demás se agudizan… pero lleva tiempo adaptarse y acostumbrarse al ruido, a los sabores y a los olores.
– olvidamos la importancia del sabor de los alimentos… haz la prueba en casa y verás que no adivinarás muchos sabores. Hemos convertido el comer en una actividad automática y nuestras papilas gustativas ya no distinguen los sabores o peor aún, confunden unos con otros.
– lo mismo pasa con el olfato… cuánto tiempo destinamos a oler lo que comemos, el perfume de las flores o de las personas. Es también un sentido importante y habrá que ponerlo a trabajar más a menudo.
– no se necesitan teléfonos en la mesa. Ni fotos, ni chat, ni luz, ni timbres…. fuera celulares de la mesa!

No sé si vuelva a ese restaurante otra vez, pero definitivamente lo recomendaré a todos los que visiten Hamburgo. Es una experiencia única, que te pone a reflexionar, a valorar y dar gracias a Dios!

Gracias Dios por mis ojos, y por los de mis hijas que aunque no son azules, pueden ver tu divina creación y disfrutarla al máximo! Y pido por todos aquellos que no pueden ver porque definitivamente no debe ser fácil sobrevivir en un mundo acostrumbrado a ver sin observar.

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