Premios y regalos
En estos días he escuchado el tema de premios a los hijos en la radio cada mañana cuando voy al trabajo. Todo a colación por la declaración de Heidi Klum de que da un dólar a sus hijos cada vez que comen una fruta o verdura. Además del hazmerreír de los locutores que hacen cuentas para calcular cuantas frutas tendrían que comer para volverse millonarios y de las críticas de algunos radioescuchas que ven la medida como exagerada, el tema ha estado presente en casa por unas amiguitas que reciban regalos un día si y el otro también simplemente porque son únicas y les compran lo que se les antoja.
Que tan bueno es premiar a los hijos? Cuándo deben hacerse regalos? Es positivo usar este tipo de estrategias en la educación de nuestros niños? Por supuesto que abunda literatura al respecto, libros sobre como educar bien, comentarios de expertos y psicólogos que están a favor o en contra de premiar acciones o logros de nuestros pequeños.
Creo que éste es uno de los temas que cada uno debe ir aplicando de acuerdo a su situación particular, considerando las experiencias propias ( de la infancia ) y otras de parientes y amigos, además de escuchar la opinión de la suegra, de algún profesor o pediatra y de las mamás de los amiguitos de nuestros hijos. Ya con toda esa información, cada uno decidirá que métodos probar o experimentar.
En nuestro caso particular eso de premiar casi a diario (como Heidi Klum) lo hemos hecho por temporadas para crear un hábito y hoy por hoy puedo decir que ha funcionado. Me explico:
Hace un par de años tenía el problema de que las niñas no se comían lo que les mandaba al jardín de niños o a la escuela… pusiera lo que pusiera, regresaban a casa con la mitad del lonche, la manzana mordida, restos del salami, etc. Probé de todo y compré cuantas opciones había en el mercado, pregunté a otras mamás y nada! Les ponía menos, les ponía cosas que les gustaran, bueno… qué no hice! Así que empecé a premiarlas… si me traían la cajita vacía les daría un dulce después de la comida. La mayor que no es muy dulcera, no hizo mucho caso al premio pero al ver a la hermana menor disfrutando de su «postre», empezó a imitarla. Poco a poco se fue haciendo costumbre y aunque fuera en el camino de la escuela a la casa se comían lo que habían dejado en el recreo. Resultado: hoy SIEMPRE traen la cajita vacía y ya no reciben ningún dulce como recompensa.
Lo mismo sucedió con la cuestión de comerse todo a la hora de la comida, incluyendo la bebida que más problemas me daba. La que dejara
el plato limpio y el vaso vacío recibía un dulce después de comer. Ellas mismas lo escogían de un frasco grande que estaba arriba del refrigerador y que incluía los dulces de la temporada: de Halloween, Navidad o Pascua 🙂
Hoy el frasco está abandonado y sólo se acuerdan de él cuando vienen amiguitas a jugar y tienen antojo de dulces. Aprendieron a comerse todo en la escuela y en casa gracias a esas pequeñas recompensas.
Fuera de estos casos particulares, no soy muy partidaria de premiar por cosas que son su obligación como hacer la tarea, comer sanamente, recoger su recámara o comportarse bien en la iglesia. La cuestión de regalos es otro tema interesante, pues en casa se hacen regalos cuando hay cumpleaños, en Navidad o Pascua. Pequeños detalles se entregan cuando sacan buenas notas, participan en algún concierto o presentación de baile, o cuando adquieren reconocimientos especiales como en la natación, que aquí se les da un parche para el traje de baño que indica el nivel de nadador que son. Dichos detalles son extraordinarios y se entregan para premiar su dedicación y esfuerzo. Obviamente también funcionan como motivadores para que sigan sacando buenas notas y participando en eventos como obras de teatro, conciertos o competencias.
Si de repente se les antoja algún juguete a nuestras hijas, ellas tienen dos opciones: o lo piden para la siguiente ocasión (Pascua, Navidad o Cumpleaños) o lo compran con su dinero ahorrado. Reciben su domingo (2€) cada semana y tienen su alcancía donde también ponen el dinero que les regalan sus abuelos en ocasiones especiales. No se trata de gastarlo todo en cuanto juntan para alguna «barbie», así que es parte del proceso que aprendan a comprar cosas que realmente valgan la pena y no sólo compren por comprar o porque a cierta amiguita se lo han comprado.
Díficil es ésto de educar a los hijos e inculcarles valores y hábitos que los hagan hombres y mujeres de bien. Ruego a Dios para estar haciendo buen trabajo de madre y que en un futuro nuestras hijas sean mujeres hechas y derechas 🙂 Mientras, a seguir leyendo, aprendiendo y experimentando que ésto de ser padres no es una meta, sino un proceso 🙂