Miss “Perfectita”
Conocí a Tom, mi marido, hace casi 11 años y desde las primeras citas, descubrí una de sus virtudes (o defectos?): es muy perfeccionista! Además de puntual, organizado y serio como la mayoría de los alemanes, resultó muy perfeccionista. Durante el noviazgo que fue de lejos no lo noté mucho, pero al casarnos fue obvio encontrar situaciones en donde él buscara que las cosas estuvieran perfectas.
Cuando compramos la casa, tuvimos que colgar muchos cuadros, relojes, lámparas, etc… y me desesperaba cada vez que sacaba su regla o su nivelador para checar que todo estuviera perfecto. De cada lado del cuadro tenía que haber los mismos centímetros, todo tenía que estar derechito y cuadrar perfectamente. Grrrr!
Desde entonces le llamo “Mr. Perfecto” y aunque se enoja, a mí me causa mucha gracia decirle “Ah sí, ahí viene Mr. Perfecto a volver a medir”… Hace un par de años que se nos ocurrió remodelar la terraza y él fue el “abañil”! y yo casi me muero un par de veces de desesperación. Creo que el 70% del tiempo de construcción se fue en medir y volver a medir, y volver a medir! No me quejo, pues la terraza quedó “perfecta” gracias a Mr. Perfecto!
Pero Dios no sólo me mandó una cruz para practicar la paciencia, sino dos!!! Y es que ahora resulta que tenemos una “Miss Perfectita” en la familia! Sí, Catalina, nuestra hija menor que apenas con cuatro años ya pinta para ser igual o peor que su padre! Ay, Dios mío! Eso me pasa por ponerle sobrenombres a mi marido…
Desde bebé, hemos visto cómo Catalina es muy diferente a su hermana mayor. No es bueno comparar, pero es inevitable. Victoria es muy tranquila y no reniega, obedece y hace lo que se le dice sin replicar. Es dócil y manejable, cosa que no necesariamente sea buena, pero que cómo mamá se agradece. Por el contrario, Catalina desde chiquita ha demostrado tener carácter fuerte y mucho temperamento. Siempre cuestiona y pregunta antes de obedecer. Desarrolla manías frecuentemente y es muy cabezona. Además de todo esto, resultó perfeccionista!
La última de sus manías es dormir con una colcha de bebé. Para jugar, les saqué unas colchitas de cuando eran bebés, para que acostaran a sus muñecas. Catalina tomó una que mi mamá les bordó al nacer. Andaba para arriba y para abajo con ella, y luego dijo que quería taparse con ella por la noche. Obviamente le queda muy pequeña, así que también se tapa con su colcha normal.
Pero he aquí la manía: no tiene nada de malo dormir con una colcha de bebé, sino el cómo! Una de las orillas de la colcha tiene que coincidir exactamente, de punta a punta con la orilla al pie de la cama. Y de ahí, la coloca hacia sus piernas. Por su tamaño es obvio que no la tapa completa, pero poniéndola así, sólo le llega a las rodillas, tapándole las pantorrillas y los pies solamente.
Después de colocarla, se tapa con su colcha normal que le tapa hasta los hombros. Pero si por alguna razón la colchita se le mueve, tiene que empezar con la rutina de colocarla nuevamente. Y eso puede suceder hasta 10 veces, antes de quedar contenta y dormirse. Grrrr!
Así o mas loca? Y con esa manía ya tiene meses! Después le cambié esa colchita por otra un poco mas grande, pero que aún así no le tapa el cuerpo completo, sólo hasta la cintura. El ritual continua cada noche y si se va a mi cama por la mañana, tiene que cargar con su colchita y colocar una de las orillas con la orilla del pie de cama. Ya ni hago corajes, sólo me rió y pienso “Miss Perfectita”!
Y así como esa manía, tiene muchas otras como el que el pan tiene que tener el 100% de su superficie cubierta de mantequilla, o la distancia entre vaso y plato en su mantel sea la que ella ha estipulado perfecta. Sólo espero que no se vaya a hacer como Jack Nicholson en la película en la que no tocaba las orillas de los adoquines en la banqueta! Sería el colmo!